Cuando una puerta se cierra, ochenta se abren, pero cabe decir que igual que a veces se cierran por circunstancias totalmente ajenas a nuestra voluntad, otras muchas veces es necesario cerrar capítulos de nuestra historia para avanzar y escribir otros mejores.
Ayer, diecisiete de junio de dos mil quince, hace exactamente veinticuatro años que el mundo decidió poner punto y final a un capítulo de su historia, que más que historia, podríamos denominar como lacra social, el Apartheid.
En afrikáans Apartheid significa "separación" y fue el sustantivo utilizado para nombrar un sistema político, económico y social basado plenamente en la segregación racial, sin importar más que eso, el color de piel. Ni el lugar donde se nace, ni las cualidades personales, ni las aptitudes, ni la calidad humana, ni los ideales, ni las prioridades, ni la ropa, ni las creencias, ni las opciones, ni las oportunidades. Nada salvo blanco y negro. Dos colores tan simples como el amarillo o el azul, pero que en nuestro planeta han desencadenado tanto; y en la mayoría de las ocasiones nada productivo.
Apartheid, algo que si conociésemos a fondo, sería casi incomprensible e irracional para muchos de nosotros, pero que a pesar de serlo, estuvo vigente en Sudáfrica y Namibia hasta 1992. Algo, por llamarlo de alguna manera, que se aleja de todo ideal de sociedad con algo de humanidad.
Gracias a la abolición del sistema hace veinte años, a todas las personas que participaron empujando el gran peso social e ideológico de esa puerta para cerrarla, hoy el mundo es más justo, menos hostil, más igual, menos incomprensible; más humano. Porque realmente, la única raza que existe entre países, fronteras y colores es la raza humana, la de todos, la racional, la que nos diferencia de los animales. La raza de la igualdad, porque significa que blancos, negros, chinos, africanos, ricos, europeos, pobres, hispanohablantes, tú, y yo, estamos en dentro del mismo grupo y denominación; un grupo diverso, del que todos formamos parte y del que todos somos parte indispensable, en el que todos tenemos algo que aportar y algo
de lo que aprender. Y que compartimos lugar: el mundo, siendo los países una mera línea divisoria imaginaria, que para nada tiene que ver con la calidad humana que albergan.
- María Pérez Schnell (Secretaria de Igualdad)